Biblioteca Colombina

Perteneció a Hernando Colón (1488-1539), hijo de Cristóbal Colón. Fue un hombre renacentista, amante de la poesía, la música y la pintura, filósofo, historiador del Descubrimiento, biógrafo de su padre y con gran afición a la navegación y a la cosmografía, aunque sin duda su faceta más sobresaliente fue su gran pasión por los libros, reflejada en la formación y organización de su biblioteca, la Librería Fernandina, como quiso que se llamase, la más importante de carácter privado que se conoce de su época, contando a su muerte con más de 15.000 títulos, entre impresos y manuscritos.

Don Hernando había dejado dispuesto en su testamento que pasara a manos de su sobrino don Luis Colón la magnífica biblioteca que él había reunido, con la condición expresa de que gastara 100.000 maravedíes al año en su conservación y aumento. Si aquél no lo cumplía, debería pasar al Cabildo de la Catedral, y si tampoco éste aceptaba, entonces pasaría al convento de San Pablo.

Ni don Luis ni sus tutores hicieron acto alguno, por lo que la Biblioteca Fernandina, que así se llamaba entonces, permaneció bajo custodia del ejecutor testamentario hasta que en 1544 se tomó la decisión de trasladar la biblioteca al Convento de los dominicos. Se originó entonces un pleito por la posesión de los libros que duró hasta 1552 en que por sentencia de la Cancillería de Granada la biblioteca fue trasladada a la Catedral, colocándose en uno de los salones del Patio de los Naranjos, sobre las capillas de la nave del Lagarto. Desde entonces ambas bibliotecas quedaron unidas bajo un solo techo, aunque permanezcan materialmente separadas como dos unidades independientes y se conozcan con el nombre de Biblioteca Capitular Colombina.

Este gran bibliófilo y bibliógrafo tuvo un proyecto que lo convierte en una figura excepcional en el mundo del libro: los instrumentos de consulta que ideó o repertorios bibliográficos, en especial los de Autores, Ciencias (hoy lo llamamos Materias), Epítomes(“abstracts”) y Materias (thesaurus) para reunir en ellos todo el saber de su época. Con este fin adquirió libros en España y en los más importantes centros libreros europeos del momento, como Amberes, Lyon, Nuremberg, Roma, París y Venecia, en muy diversas lenguas y de aún más variado contenido.

También es singular su costumbre de anotar en cada ejemplar las condiciones de su adquisición: lugar, precio y moneda de compra. Su examen nos brinda una extensa visión de la imprenta y el mercado de libros en la Europa de la primera mitad del siglo XVI. Sirva de ejemplo la anotación final al ejemplar impreso de La chronique de Gênes: Este libro costó un sueldo en León a 21 de Noviembre de 1535, habiendo grandissimo frío y niebla, el ducado vale 570 dineros, que son 47 sueldos y medio, a 12 dineros el sueldo.

Merece especial atención la espléndida colección de pronósticos astrológicos, la Biblia Políglota Complutense, la primera Gramáticade Nebrija, la Biblia Rimada de Sevilla, dos manuscritos carolinos del siglo IX… y aquellas joyas, como el libro de Marco Polo, Imago Mundio el Libro de las Profecíasheredadas de su padre el Almirante.

Se reproduce en cada uno de los libros de Hernando, por su expreso deseo, la cláusula de su testamento, que reza: “don Fernando Colón, hijo de don Cristóbal Colón, primero almirante que descubrió las Indias, dejó este libro para uso y provecho de todos sus prójimos. Rogad a Dios por él”.

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